Desde las 7:45 de la mañana, en la cocina de la Institución Educativa Cárdenas Mirriñao, un grupo organizado de manipuladoras de alimentos—con delantales impecables y una concentración admirable—da los últimos toques al desayuno que en esta oportunidad tiene como menú espaguetis, carne, maduro y avena.
Esta rutina matutina, repetida en colegios de toda la ciudad, es la columna vertebral de un compromiso cumplido: garantizar que más de 40.000 raciones diarias lleguen puntualmente a los estudiantes de Palmira a través del Programa de Alimentación Escolar (PAE).
Esta escena no es un hecho aislado. Es el resultado de una estrategia implementada con eficiencia en el municipio, gracias al liderazgo de la Administración Municipal que hace el principal aporte de recursos económicos para el funcionamiento del programa y a la gestión de la Secretaría de Educación. Andrés Felipe Pencué, líder del programa PAE en la Secretaría, destaca la cifra que marca la diferencia: el programa opera desde el primer día de clases, un logro que contrasta con las dificultades reportadas en otras regiones del país.
Las cifras del compromiso son elocuentes:
- 33.951 estudiantes atendidos.
- 6.767 estudiantes adicionales en jornada única.
- 40.718 raciones entregadas diariamente.
Inversión total: $35.000 millones (con un aporte nacional de $3.000 millones).
Más que alimento: un motor para la educación
El impacto del PAE trasciende lo nutricional. Se ha convertido en un pilar fundamental para la permanencia educativa. “El programa no solo alimenta cuerpos; les da a los estudiantes la energía para aprender, los motiva a quedarse en el aula y fortalece la comunidad escolar”, explica Pencué.
Desde las gradas del colegio, Doreley Lopera, madre de un niño de transición que reside en el barrio La Cosecha, confirma el valor del programa: “Estoy muy agradecida con el alcalde Víctor Ramos. El restaurante es esencial y muy bueno. Mi hijo se come todo y me dice que es muy rico. Esta alimentación beneficia no solo al mío, sino a todos los niños de Palmira”.
Los protagonistas: voces desde el comedor
Quienes mejor evalúan el programa son sus beneficiarios directos. María Isabel Ibarguen Manyoma, de grado 7°, saborea su espaguetis y afirma: “Me gusta mucho el desayuno de todos los días, especialmente cuando dan arroz con leche. Las señoras que cocinan son muy queridas y preparan todo muy rico”.
María José Fajardo Salazar, también de 7° grado, destaca un cambio social crucial: “Antes, algunos compañeros se iban a casa porque no tenían qué comer. Ahora todos esperamos el desayuno y nos quedamos. Eso ha unido más al grupo”.
Un acto de justicia: el reconocimiento a las cocineras
Detrás de cada plato servido hay una historia de esfuerzo que, hasta hace poco, estaba mal remunerada. El pasado 27 de enero, el alcalde Víctor Ramos anunció una medida histórica: las manipuladoras de alimentos recibirán un salario mínimo mensual, tras años de percibir entre $500.000 y $700.000.
“Me siento muy contenta con la labor del alcalde. Mil gracias por lo que hizo por nosotras”, expresa Viviana Andrea Gallego, manipuladora con cuatro años en el programa, madre de dos hijos y residente del barrio Jorge Eliécer Gaitán. “Ahora nuestro trabajo es más valorado y podemos llevar algo digno a nuestras casas”.
Gallego relata el cambio: “Antes recibía entre $700.000 y $900.000. Ahora, gracias al alcalde, puedo ahorrar, hacer cosas para la casa y venir a trabajar con alegría para alimentar a los niños. Muchos no vienen desayunados de su casa, y ver la satisfacción en sus caritas es invaluable”. Mientras termina de preparar una olla de avena, añade: “Incluso he podido ahorrar para ir de vacaciones con mis hijos, algo que antes era imposible”.
Este acto de justicia laboral, sumado a mejoras en infraestructura y seguimiento técnico, consolida a Palmira como un modelo nacional en la implementación del PAE. La ciudad demuestra que cuando la alimentación escolar se asume con seriedad, los resultados son tangibles: bienestar, dignidad y una educación más fuerte para toda la comunidad